sábado, 8 de noviembre de 2014

SINDICALISMO: Y PAROS

Los trabajadores de cualquier naturaleza en Colombia tienen derecho de suspender sus labores, cuando se vean afectadas las condiciones de relación laboral. Es un derecho otorgado no por bondad de sus dirigentes, no por bondad de sus gobernantes, no por bondad de sus patronos y menos por bondad de la leyes de un estado, sino porque se ha establecido como consecuencia de las luchas que a través de la historia ha realizado el ser humano como trabajador para reivindicarse su Dignidad como tal y poder elevar esta acción en derechos humanos de obligatorio cumplimiento en las diferentes cartas políticas de cada estado.  

Pero, si bien es cierto, que el paro es un derecho que se ha reivindicado de los patrones y gobernantes, también es más cierto que los trabajadores tienen la plena facultad para exigirle a sus dirigentes el respeto como asociados a una agremiación sindical o sindicato, en las que sus dirigentes no pueden actuar a su libre arbitrio justificando estar actuando dentro de unos estatutos confeccionados a sus propios intereses, encauzando a las bases dentro de una demagogia y populismo, que aunque parezca inverosímil, para rendir cuentas al patrono de turno o más concretamente a las administraciones municipal y departamental para sus sus propios intereses; no hay que olvidar que las convocatorias a las marchas son direccionadas últimamente para demostrar fuerzas y contar votos para las próximas contiendas electorales, como mercaderes de nuestros derechos, es decir, con las bases pero sin las bases.

Ahora bien, los paros no deben ser demostrados únicamente bajo la fachada de caminatas insignificantes, débiles y sin ninguna medida de seguridad para evitar infiltraciones de saboteadores profesionales y de agentes encubiertos que pueden poner en riesgo la integridad personal de los participantes, así mismo que bajo el argumento de la reclamación de derechos que son vulnerados por los gobernantes de turno con cierta complicidad de algunos dirigentes para de igual forma atentar contra los derechos de la mayoría como el de la libre circulación para citar un ejemplo. Solo en la medida y con el transcurso del tiempo en que haya intransigencia de la administración debe también la dirigencia endurecer las medidas y sin mendigar consideración porque para eso tomaron la decisión de representar la base independientemente de las demás circunstancias.

El paro, no tiene otra explicación que parar y parar, significa eso, es decir, no trabajar o desarrollar sus funciones y se puede hacer desde la concentración en la sede sindical en una asamblea informativa. Es inaceptable que en el día o días que se convoque a paro el trabajador se dedique a otras actividades totalmente distintas, con la salvedad que sean de fuerza mayor o caso fortuito y a aquellos trabajadores que sean compelidos o coaccionados por sus inmediatos superiores, con mayor razón deben participar porque se les está atentando en contra de sus derechos fundamentales y aunque parezca utópico denunciar ante la justicia a estos abusadores de funciones.  

Se debe trabajar por lograr la conciencia colectiva (que aunque se tiene el dolor no se siente por el analgésico inyectado por algunos dirigentes) en la búsqueda del interés general. Tampoco se debe aceptar bajo ninguna circunstancia las prácticas represivas para participar en las actividades, porque son el reflejo de las tiranías y las opresiones de los gobernantes de turno, son la consecuencia de un actuar egoísta amparado en las necesidades sociales, de un ser camuflado de sindicalista.

Cuando la dirigencia es inferior a sus bases hay que sustituirla y no quedarse en la simple crítica o en equivocadas  decisiones como: no asistir a las actividades programadas por las directivas e irse a trabajar, renunciar al sindicato o simplemente hacerse a un lado y guardar silencio. Si la dirigencia es inferior como en la actualidad sucede, también debemos manifestarlo, pero, sin esperar hasta la convocatoria ordinaria a nuevas elecciones porque el atraso a reivindicarse los derechos sería más grave y la filosofía de los trabajadores representada en el sindicalismo una utopía. Si la dirigencia en su actuar no funciona hay que sustituirla, así como se le hace paro al gobierno con todo su poder, también podemos hacerle el pare a la dirigencia que se fija otros fines diferentes al interés general.

No hay que olvidar que la dirigencia no debe actuar a su capricho sino oír, sentir, ver y actuar de acuerdo al sentir de quienes los sostienen y los reivindican en vez de lo contrario, es decir, la  BASE.        

Los derechos no se mendigan, se exigen.