Como si fuera ya un evento programado en el calendario de los colegios públicos, los maestros de la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (Fecode) están de nuevo en paro. Pero esta vez, las razones por las que tienen a más de 9 millones de niños en sus casas desde el 22 de abril han generado una polémica nacional y un duro pulso político entre los maestros con la ministra de Educación, Gina Parody.
A los motivos que generalmente han lanzado a las calles a este sindicato, como la búsqueda de una nivelación salarial, el rechazo a la evaluación de los maestros o la mejora de los servicios de salud, se suma la inconformidad del magisterio con el Plan de Desarrollo que, según ellos, lesiona la educación pública. Aunque al cierre de esta edición el paro se mantenía, de lo ocurrido hasta el momento hay varias lecciones que no deben ocultar la discusión de fondo: cómo mejorar la educación que hoy reciben los niños y jóvenes del país con los nuevos recursos que el gobierno le quiere invertir a este sector.
A casi dos semanas de haberse iniciado el cese de actividades, quedó claro que el gobierno lo ha manejado mal. Las erradas decisiones de la ministra Parody sumadas a algunas desafortunadas declaraciones de miembros del gobierno han logrado que un gran sector de la sociedad se solidarice con Fecode. Incluso parte de la Unidad Nacional y de la oposición están de acuerdo con las reivindicaciones de los maestros.
El pulso entre Parody y los educadores comenzó en agosto del año pasado cuando la ministra logró conjurar la huelga indefinida, entre otras cosas, porque concedió un aumento de un punto adicional al de los empleados oficiales además de otras prebendas.
Pese a lo acordado, el 26 de febrero la agremiación radicó en el ministerio del ramo el Pliego de Peticiones 2015 en el que pide un aumento salarial del 28 por ciento, que se reconozcan algunos salarios y prestaciones pasadas, mayores estímulos a los maestros que tienen maestrías y doctorados, el fortalecimiento de la jornada única, el mejoramiento de la salud que reciben y hasta que el Estado financie la sede de Fecode.
Sin embargo, en el pliego el sindicato también plantea la inminencia de un paro nacional: “Dado el talante neoliberal de este gobierno, debemos prepararnos para la movilización callejera y la huelga, el paro nacional del magisterio… Los colombianos honrados debemos movilizarnos y evitar que se apruebe tal como está el Plan de Desarrollo (…), pues de pasar, habrá menos recursos para la educación pública”. Lo que en plata blanca significa que ya tenía claro que se iba a ir a paro y que lo único que necesitaba era ganar tiempo para socializarlo, preparar las bases, y legitimarlo ante todo el país.
Fue una negociación extraña, dice uno de los presentes, pues a todas las propuestas que hacía el gobierno los educadores guardaban silencio o decían que sí. El Estado les propuso un aumento del 10 por ciento adicional, diferido en cuatro años, es decir, 2,5 por año; eliminar las pruebas escritas para los maestros pero no las evaluaciones, estímulos salariales contra resultados y mejoramiento de los resultados académicos, entre otras prebendas que en total costarían a los colombianos cerca de un billón de pesos.
El nudo gordiano de las negociaciones –y del paro– está en que los maestros quieren mejores salarios y condiciones laborales ya, y el gobierno, que convirtió a la educación en una de las tres locomotoras del segundo periodo, está dispuesto a aumentar los recursos, pero contra resultados. Es decir, que los recursos que lleguen se vean reflejados en mejor calidad educativa que saque al país de los peores de la región. Además, el ministerio quiere que esos nuevos recursos lleguen a los educadores más jóvenes, que no tienen todas las gabelas de los mayores, que son quienes tienen el control de Fecode.
En cuanto al tema de salud, es un asunto que está más allá del gobierno y de la mesa. Los educadores tienen un régimen especial, que en el papel es mejor que el de cualquier colombiano, pero los propios maestros contratan los servicios con entidades que, a decir verdad, están entre las peor calificadas del sistema de salud.
Según el Ministerio de Salud, los maestros tienen una unidad de pago por capitación (UPC) 50 por ciento más alta que la de un colombiano normal. Con esa plata un profesor podría tener la EPS que quisiera y pagar un plan complementario. Pero si hay algo claro en el tema de la salud es la relación corrupta entre algunos sindicatos y las empresas contratadas, y que para cambiar ese modelo hay que pisar muchos callos e intereses, especialmente de algunos directivos y políticos.
Después de 50 días de negociaciones, los representantes de los maestros se levantaron de la mesa, supuestamente para reanudar las conversaciones al día siguiente. Pero en la tarde anunciaron en rueda de prensa que se irían a paro el 22 de abril. Luis Grubert Ibarra, presidente de Fecode, explicó que durante la negociación el gobierno nacional no respondió satisfactoriamente sus peticiones.
Sin embargo, las cifras demuestran que aunque todavía falta inyectarle recursos a la educación, el gobierno de Juan Manuel Santos ha hecho grandes avances. Desde 2011 ha invertido 2,22 billones para garantizar la gratuidad en la educación básica y media oficial, lo que ha beneficiado a 8,65 millones de niños. También ha aumentado la nómina docente en un 40 por ciento, lo que representa una inversión adicional de 4 billones de pesos. Fecode no ha reconocido esos avances.
Si además de las motivaciones políticas del pliego, los negociadores del gobierno hubieran advertido que para esta época casi siempre hay paro, más aún si está en ciernes el Plan de Desarrollo, no hubieran cometido el error de poner sobre la mesa todas sus cartas. Ni mucho menos ofrecer el 2,5 por ciento anual, de por sí un aumento altísimo, ya que al ser progresivo año a año los salarios terminarán creciendo en 16 por ciento. Algo que tiene un costo enorme para el Estado.
Lo que no esperaban los líderes del paro era encontrarse a una ministra como Gina Parody que con sus argumentos poco políticos, frenteros, directos y de tecnócrata puso una pared entre Fecode y un gobierno que ha sido muy blando a la hora de encarar grandes huelgas. La información que dio sobre el salario que reciben los maestros en promedio o la postura de solo negociar cuando regresen los niños a los salones, además de mostrarla arrogante ante la opinión pública, terminaron por entregarle la iniciativa al sindicato y desviar el fondo del debate, que se refiere a cómo invertir los nuevos recursos en la educación.
También es claro que este no es solo un paro gremial, sino político. Fecode está jugando un pulso complicado. Es evidente, por mensajes que las directivas les han enviado a los líderes regionales, que quieren aprovechar el mal momento que pasa el gobierno Santos para sacarle el mayor rédito posible al movimiento, pero a la vez adelantar la contienda política de octubre.
Además, tras este poderoso sindicato que agremia a más de 340.000 educadores está el Polo Democrático y todas las vertientes políticas que lo conforman. Desde hace años el magisterio ha sido uno de los grandes movilizadores y electores de ese partido. Eso explica por qué al presentar el pliego de peticiones en febrero, las motivaciones parecían más las de la convención del Polo que las del profesorado. Mientras que hacia afuera ese sindicato muestra solidez y uniformidad, hacia adentro se vive una dura batalla por su control. Allí están chocando las fuerzas que lideran el senador Jorge Robledo, las de la candidata a la Alcaldía de Bogotá Clara López, las de Antonio Navarro y los exsenadores Luis Carlos Avellaneda o Piedad Córdoba, entre otros.
Quien controle a Fecode tiene una poderosa fuerza para hacer oposición y una base sólida para las elecciones de concejos, asambleas, alcaldes y gobernadores que se avecinan. No se sabe si esa pugna interna terminará por afectar la ventaja que sobre el tablero tiene el sindicato, pues si extiende mucho la huelga, aumenta su oposición al gobierno o demuestra más voracidad puede terminar perdiéndolo todo.
Lo cierto es que Fecode ha puesto con sus movilizaciones a temblar a los gobiernos de turno desde hace años, incluso en 2007 cuando logró paralizar al sector educativo durante diez días pese a los regaños y advertencias del presidente Álvaro Uribe. La historia reciente demuestra que el paro, tarde o temprano, se va a acabar. Lo importante es que ganen los niños y jóvenes para que reciban una mejor educación y no, como en otras oportunidades, solo los maestros y los líderes de los sindicatos.